Autoclub nº 246 Personaje ACA

María Isabel Sánchez: “Estamos acostumbrados a tener posturas poco sinceras pero la verdad garpa”

La voz de María Isabel Sánchez entra a diario a las casas argentinas desde hace más de dos décadas, en la primera mañana. Desde emisoras líderes, junto a Daniel Hadad, Marcelo Longobardi o en sus propios programas, se convirtió en una de las voces más reconocidas de la radio. Más allá de la indudable belleza de su voz, María impuso su sello, amplió su espacio dentro de equipos periodísticos masculinos y dejó atrás el prototipo de la “locutora” para convertirse en una “comunicadora integral”. Periodista, autora de ocho libros y voluntaria en la prueba de la vacuna “Pfizer”, María Isabel Sánchez se ganó un lugar en la primera línea radial.

Como la huella digital, la voz humana es única e irrepetible y la radio resultó ser la mejor aliada para las voces. Cuando el ingeniero italiano Guillermo Marconi logró desarrollar la telegrafía sin hilos (hoy conocida como wireless) no podía imaginar el impacto que su creación tendría, pero su invento fue indiscutidamente revolucionario. La invención de Marconi primero fue reconocida porque permitió salvar vidas, tal y como ocurrió en el rescate de los sobrevivientes del Titanic en 1912. Marconi había sido invitado por la White Star Line pero desestimó la propuesta y sorteó la tragedia personal y familiar. Su pequeña hija Degna y su esposa Beatrice vieron pasar al Titanic desde su casa en Southampton, Inglaterra, desde dónde zarpó. Ambas saludaron sin pensar que apenas 700 de los 2.200 embarcados tendría una segunda oportunidad gracias al sistema de telegrafía inalámbrica desarrollado por Marconi. El naufragio fue inevitable, el Carpathia acudió al rescate, Marconi recibió el reconocimiento unánime y, entonces, quedó definitivamente confirmado que su invento estaba destinado a revolucionar las comunicaciones.

Años después la radio se convirtió en un elemento de uso masivo y se instaló en el corazón de las casas de todo el planeta. Con todo invento, en algún momento perdió protagonismo y estuvo a punto de recibir el certificado de defunción. Sin embargo, sigue viva gracias a su capacidad de adaptación y a la magia que las voces que la habitan despierta en los oyentes. Una de esas voces mágicas es la de María Isabel Sánchez, locutora, periodista, escritora, amante del tenis y de la pintura, etc. María a secas, como la presentaron durante tantas mañanas Daniel Hadad y luego Marcelo Longobardi, logró atravesar el éter y ganarse el afecto de la audiencia. Si bien integró mesas junto a pesos pesados de la opinión pública, su voz se convirtió en el sello distintivo de los programas en los que participaba y conquistó un espacio cada vez más protagónico en medio de la información de actualidad y el análisis político, materias primas de la primera mañana radial.

La voz de María Isabel Sánchez entra a diario a las casas argentinas desde hace más de dos décadas.

Como el público a la radio le es fiel, ese lazo se estira pero no se corta fácilmente. Cuando una comunicador se transforma en una voz más en la casa de una familia que se levanta, enciende las luces de su casa, prepara el desayuno y se alista para salir a enfrentar un nuevo día, una forma de magia se hace presente. “María dijo que hoy va subir la temperatura” o “María contó en el Resumen Blue que fulanita…”. No es una voz más, es María, para sus oyentes es la voz de María Isabel Sánchez, la comunicadora que cada mañana los acompaña a distancia, de manera no corpórea pero tan tangible que se la siente parte de la familia.

Como locutora y periodista, yo la escucho como el resto de la audiencia pero algo más resuena en mí. En su forma de decir, en cada uno de sus bocadillos o su manera de “bastonear” con sus compañeros de mesa, cuando escucho a María Isabel Sánchez encuentro una voz cristalina, limpia, genuina, capaz de no “caretear” incluso en cosas en las que la sinceridad suele ser moneda escasa. La transparencia es un valor extra, es un capital adicional, porque la voz, como los ojos, muestran nuestra identidad en su forma más íntima. Por eso, cuando más transparente es una voz, más creíble resulta. Nuestra voz dice mucho de nosotros, dice más que nuestro número de documento. Hay voces que la audiencia elige y la voz de María Isabel Sánchez, múltiple ganadora de premios Martín Fierro, es una de esas voces elegidas que hacen dejar la sintonía clavada en un punto del dial.

La grilla de Radio Mitre te incluye en dos franjas. Tu agenda y, en alguna medida, también tu vida giran en torno a la radio. ¿Este era tu sueño?

Mi sueño era trabajar en radio. Mi pasión me dio la posibilidad de lograr que, además de que sea un trabajo, sea también un momento de disfrute. Si, mi vida gira en torno a la radio, pero la radio no es lo único que hay en mi vida. En los espacios libres hago un montón de cosas que también me dan placer y por las que tengo pasión: juego al tenis casi todos los días entre programa y programa, pinto y tengo mucha vida social con mis amigos los fines de semana. Además, viajo mucho, todo lo que puedo. El horario marginal de la mañana me limita la vida social de la semana, aunque es verdad que tengo limitaciones, me da tantas cosas buenas y lindas mi trabajo que podría decir que mi sueño era vivir de esta manera. Tengo un trabajo que me apasiona y me permite vivir dignamente.

¿Cuándo te descubriste jugando a la radio? Y ¿Cuándo dejó de ser un juego para que fuera tu profesión?

De muy chica, creo que tenía ocho años, ya jugaba a hacer programas de radio, televisión, escribir diarios, etc. Con mi hermana gemela, jugábamos a la radio, hacíamos máquinas de escribir, micrófonos y cámaras de televisión con cartón. A los doce años, cuando escribía en el diario del colegio comencé a hacer entrevistas, algunas a personajes famosos. Por lo tanto, ya sabía que iba a ser por el lado de la comunicación, pero no tenía claro exactamente dónde me iba a desempeñar. En el colegio secundario, empecé conducir los actos y allí empecé a entrar en el aspecto oral de la comunicación. Cuando terminé la escuela, tenía decidido que quería ser locutora. Me anoté en el ISER (el Instituto Superior de Radiodifusión) pero me rebotaron. Al año siguiente, me anoté otra vez en el ISER y también en el COSAL (Instituto Superior del Profesorado Don Bosco), pero en el ISER volvieron a rebotarme (evidentemente, ellos pensaban que no era lo mío) pero ingresé al COSAL. Ya recibida, me di cuenta de que, no se porque extraña razón, los egresados del COSAL eran los que más trabajaban. Yo me recibí a los 21 años y jamás dejé de trabajar como locutora. Años después, cuando ya trabajaba quise estudiar periodismo para darle más contenido a mi carrera y, además, para luchar contra el estigma que decía “los locutores éramos voces lindas con cabezas huecas”. Obviamente, eso es un falso postulado pero nos dolía a los locutores. Yo cursé en la Universidad Católica y disfruté muchísimo. Fue una experiencia maravillosa estudiar de más grande mientras ya trabajaba en el medio, porque aproveché cada minuto en la facultad. Haber estudiado periodismo me dio la posibilidad de ser más sólida, me dio más margen de trabajo y me permitió empezar a escribir libros tiempo después.

“Me recibí a los 21 años y jamás dejé de trabajar como locutora”.

Para los locutores los exámenes de ingreso eran el primer filtro, pero luego había que encontrar trabajo. ¿Cuál fue tu primer trabajo?

Mientras yo estudiaba locución, me ofrecieron ser la voz del estadio de Temperley. No había mujeres que hicieran ese trabajo entonces, pero era un amigo de la familia y me preguntó si me servía para practicar. Me pareció que era una oportunidad y siempre me gustó el fútbol, así que era otra posibilidad de disfrutar. Lo hice durante algunos años, desde las cabinas de los relatores y ahí conocí al jefe de locutores de Radio Buenos Aires. César Gómez me escuchó y me dijo que, cuando me recibiera, lo fuera a ver. Apenas me recibí, le dije “ya puedo trabajar” y me empezó a llamar para las suplencias, a veces en los peores horarios, en las fiestas, los fines de semana y en las vacaciones de los locutores.  ¡Pagué el derecho de piso de ésta y otras profesiones…igual, eso de trabajar los feriados o en las fiestas aún lo hacemos casi todos! Así empecé, agarraba todos los trabajos que me ofrecían porque, aunque yo trabajaba en un banco, buscaba ganar un dinero extra. Pero también quería hacerme conocer en el medio y ganar experiencia, aprender. Unos años después, me mudé a Mar del Plata porque me anoté en un concurso que hizo Radio Rivadavia para un radio local. Gané y pasé cinco años allá hasta que me di cuenta que ya no tenía posibilidades de crecimiento. Volví y empecé de cero: otra vez suplencias, otra vez los peores horarios. De hecho, hubo una época en la que trabajaba todos los días de la semana y en varias radios porque siempre nuestra profesión estuvo mal, así que no alcanzaba con un solo trabajo. Además, me daba pudor rechazar un trabajo mientras había profesionales sin actividad, así que no podía decir que no. Más adelante, pude elegir y quedarme con los que más me gustaban.

Empezaste a trabajar y nunca paraste. ¿Cómo fue encontrarte jugando la primera división de la radio? ​

Llegué a la primera división por un camino alternativo, porque uno cuando se recibe sueña con trabajar en las radios número uno y ese no fue mi caso. A mí me tocó contribuir a construir esa radio número uno, cuando Daniel Hadad creó Radio 10 en la frecuencia AM 710. Yo trabajaba con él en Radio América pero me ofreció acompañarlo en esa aventura que era hacer una radio de cero. Como yo era muy joven y confiaba en él porque sabía muchísimo de radio, sentí que le iba a ir bien y tomé el riesgo. Al principio, nos escuchaban solamente nuestras familias pero en un año y ocho meses Radio 10 era la emisora número uno. Nos encontramos todos trabajando y jugando en primera pero esa en esa radio que hicimos juntos. Para mí fue un gran orgullo ser parte de Radio 10, dónde estuve 16 años. Luego, Daniel pasó a la televisión y a trabajar como empresario de medios, de manera que dejó la mañana y llegó a Marcelo Lomgobardi. Él se sumó a un programa y a una radio lider pero se mantuvo primero por unos 10 años más, hasta que nos echaron en 2012, cuando Cristóbal López compró la radio. Enseguida nos convocó Radio Mitre que, en ese momento, estaba segunda. Con Rolo Villar, el Doctor Cormillot, Marcelo y yo debutamos en el mismo horario de la primera mañana y nos integramos a la programación que ya estaba al aire. En un mes, logramos que la radio subiera al puesto número uno y nosotros volvimos a jugar en primera pero en una emisora distinta. Así que yo siempre digo que uno sueña que el camino va a ser de una manera, pero quizás se llega por un camino alternativo, uno que no habíamos imaginado. Esa fue mi historia, me encontré jugando en las primeras ligas de una forma distinta pero tal vez más satisfactoria todavía.

Las mujeres fuimos logrando más espacios en los medios, pero vos hace mucho te ganaste un lugar. ¿Cómo fue trabajar en equipos periodísticos íntegramente masculinos?

No fue fácil trabajar entre hombres siendo la única mujer, por lo menos en el aire. Siempre me tocó trabajar con hombres de gran nivel periodístico y profesional, pero al principio, yo era una jovencita que recién empezaba y no era fácil meter un bocadillo entre tantos popes que decían cosas inteligentes. Sin embargo, superar esa circunstancia me ayudó a crecer porque me permitió desarrollar una habilidad que creo tener: la capacidad de hablar poquito y decir cosas medianamente interesantes, divertidas, inteligentes. Como mis bocadillos tenían que ser cortos, tenía que aprovechar las palabras y decir lo sustancial. Eso me sirvió para ser mejor profesional y estar con esos compañeros me permitió aprender mientras los escuchaba. Además, me enriquecí de las diferencias de género, con sus miradas al aire y con sus opiniones fuera de aire, porque durante las tandas se hablaba de cosas de la vida. Yo soy definitivamente feminista, luché y lucho por las mismas oportunidades y derechos entre mujeres y hombres, pero yo no combato al hombre. Al contrario, yo disfruto de las diferencias y trato de aprender, de tener otra mirada, por eso digo que hombres y mujeres tenemos que complementarnos y no combatirnos. Actualmente, también trabajo con hombres y en el programa de la tarde, además, me toca conducir al equipo y eso es un gran desafío. Me siento súper orgullosa porque hemos formado un grupo maravilloso, nos divertimos, nos queremos, nos cuidamos mucho y nos reímos de nosotros mismos. Se da un juego muy lindo en el que los hombres que me rodean son poco románticos y yo soy el otro extremo, así que todo el tiempo “combatimos con humor” esa diferencia. Eso enriquece el programa y pienso que las y los oyentes, sienten empatía porque todos se sienten identificados, desde el más sensible al menos romántico, todos están representados. Es muy divertido liderar un grupo, lo paso bárbaro. Obviamente, son muy respetuosos, aunque a veces se olvidan que soy mujer y hablan como si no estuviera, pero me acostumbré y me ha sumado. Me siento agradecida a las autoridades de Mitre y antes de Radio Diez porque me dieron la posibilidad de conducir. Es verdad que las mujeres están avanzando mucho, pero falta todavía. Hay algunas mujeres que ya lograron llegar a esos lugares de liderazgo y me hace sentir muy orgullosa de mi género. En cuanto a mí, peleo desde mi lugar para que las mujeres demostremos que estamos capacitadas.

A propósito de la redefinición del rol de las mujeres, ¿Qué opinas del rol de las locutoras del presente?

Yo me siento feliz y orgullosa al ser parte del mundo de los medios. Mi voz y leer bien (aunque la perfección no existe) me abrieron las puertas de la radio. Hoy, el rol de locutores y locutoras está un poco devaluado porque ya no es necesario ser locutor para trabajar en radio. Un periodista, un columnista, un humorista, influencers, actores o modelos se sumaron a los medios. Hoy el rol del locutor quedó más bien limitado a los avisos comerciales. Creo que en el mensaje es tan importante la forma como el fondo y los tonos. De manera que, comunicar algo con la verdad y con belleza es un extra, un plus. Las locutoras hoy ya superamos el lugar de las voces lindas, las locutoras pensamos, entrevistamos, investigamos y opinamos. El rol actual es el del comunicador. La radio evolucionó y era necesario adaptarse a estos tiempos en los que ya no alcanza con la forma, es importante considerar el contenido, la intención, la picardía y muchas cosas más que juegan en el trabajo de locutores y comunicadores.

En un momento de tu carrera comenzaste a escribir. ¿Por qué decidiste correr ese riesgo, cuando en la radio te va bien?

¡Me encantan los riesgos! Siempre he tomado y seguiré tomando riesgos. Si me iba mal era un fracaso, era una batalla perdida pero no la guerra. Además, tenía fe que de que iba a funcionar. Cuando la editorial me ofreció hacer el primer libro, la propuesta era escribir sobre la temática del programa “Vivir para contar”, que conducía los sábados en Radio 10, en el que entrevistaba a psicólogos y hablábamos sobre vínculos, relaciones humanas, con la condición de que fueran temas inclusivos para que todos se sintieran identificados. El programa funcionaba bárbaro, se sacaban conclusiones maravillosas y teníamos testimonios muy valiosos, pero como la radio es un medio efímero me pareció interesante dejar plasmados esos conceptos en un libro para releer y profundizar. Me parecía que el libro iba a ser bien recibido. Tal vez no fuera un best seller pero sabía que los oyentes lo iban a comprar y fue así. La experiencia de escribir resultó maravillosa, enriquecedora y hasta conmovedora porque uno pone muchos sentimientos. Una vez publicado, fue maravilloso presentarlo en la Feria del Libro. Tuve que hacer dos funciones!

Después vino otro libro y luego otro y cada vez funcionaban mejor. Si bien todo el que escribe libros sabe que para ganar plata habría que ser Mario Vargas Llosa o Borges, escribir libros no tiene como motivación el aspecto económico, sino que es por la gloria, por el honor o por la satisfacción personal. Sin embargo, con mi último libro llegué a estar entre los 5 libros más vendidos del año, de manera que me siento plena. Con la pandemia, paré de escribir pero no descarto seguir. Ya van 8 y todas las experiencias las disfruté, a pesar de las horas de trabajo. A mi jornada en la radio, le sumaba muchas horas escribiendo y reescribiendo porque no quería que los editores me corrigieran, no quería que se cambiara demasiado de lo que buscaba expresar. Sí, fue un riesgo pero salió bien!

En relación a los riesgos, durante la pandemia te anotaste como voluntaria de la vacuna Pfizer. ¿Cómo fue esa experiencia?

Soy de tomar riesgos pero mi participación en la prueba de la vacuna fue mucho más allá de tomar un riesgo por tener un espíritu más o menos aventurero. Era un momento muy dramático para la humanidad y en la radio entrevistamos al Doctor Fernando Polak. Él contó que se iba a hacer esa investigación en la Argentina y que necesitaban voluntarios pero la gente tenía mucho miedo, incluso a las vacunas. Yo sabía que si me ofrecía como participante podía inspirar a mucha gente para que se animara a participar. Por otro lado, confiaba en el Doctor Polak y en la Fundación Infant que él dirige. No tenía miedo…o tenía un poco de miedo pero estaba muriendo mucha gente. De hecho, mi papá había sido uno de los primeros contagiados de COVID y, por suerte, se recuperó pero lo viví en carne propia. Él estuvo internado 15 días y yo tenía que llevarle ropa limpia a pesar de que no podía verlo. Al salir, tenía que lavar la ropa infectada con COVID, por lo tanto, fueron experiencias muy fuertes. Sentí que tenía que hacer algo para ayudar porque todos tenemos que dejar algo bueno, poner una pequeña semilla o tener un acto generoso. Lo hice y me sentí muy bien. La experiencia estuvo muy bien organizada, nunca me sentí mal por efecto de la vacuna, aunque al principio no sabía si había recibido placebo o vacuna. Luego confirmé que recibí vacuna y no tuve ningún efecto secundario y eso me ayudó a estar más protegida, considerando que por mi trabajo nunca hice confinamiento. Cuando supe que la vacuna se había aprobado me sentí tan pero tan feliz que ni siquiera pudo opacar mi felicidad el hecho de que el gobierno argentino decidiera no comprar la vacuna Pfizer. Me amargó, porque el estudio era la oportunidad de contar con 14 millones de vacunas para los argentinos por haber participado del estudio. Eso me dolió muchísimo. Murió mucha gente que se podría haber salvado si hubiera sido vacunada enseguida. Pero nunca me arrepentí por haber puesto mi cuerpo, porque esta prueba no era sólo para la Argentina sino para la humanidad y la vacuna salvó muchas vidas. Si no hubiera voluntarios para esta vacuna o para cualquier otro medicamento no tendríamos tratamientos efectivos, por eso pienso que alguien tiene que hacerlo y ¿por qué no lo iba a hacer yo? La experiencia fue muy buena y aún sigo con los estudios cada 6 meses.

¿Cómo atravesaste la pandemia, ese tiempo extraordinario en el que los comunicadores tuvieron un papel tan importante?

En mi caso, el confinamiento no fue total porque trabajé todos los días. Eso me ayudó a sobrellevar lo que para otras personas significó el encierro y sus consecuencias psicológicas y económicas. Por otro lado, sentía que era importante nuestro trabajo porque la gente quería y necesitaba saber. Siempre llevamos tranquilidad, dijimos todo lo que sabíamos, nunca nos guardamos información; la gente a veces piensa que sabemos cosas por trascendidos o rumores, pero toda la información confirmada siempre la dimos. Creo que fuimos útiles. Sin embargo, a muchos la información les generaba angustia. Algunos vecinos me decían que preferían no escuchar la radio y optaban por la música. Debo decir que a mí un poco me agobiaba pasar tantas horas al aire hablando de muertes, de enfermedad y de todas las tragedias que trajo la pandemia. Por eso, en ese período me dediqué mucho a la pintura; en los ratos libres ponía música, pintaba y eso me permitía tener un cable a tierra y canalizar por algún lado toda esa angustia. Cuando se autorizaron algunos deportes al aire libre, volví al tenis porque me ayudaba a descargar esa energía negativa. Me hizo muy bien porque durante la pandemia tenía muchas pesadillas. Lo hablé con mis compañeros y a muchos les ocurría lo mismo. No fue fácil pero se que fuimos útiles y eso me hizo sentir bien porque fuimos la compañía de muchas personas. En “Encendidos”, el programa de la tarde de Mitre, tratamos de relajar un poco y reírnos, así que apostamos a ser sostén de muchos. Hoy recibimos muchos comentarios de oyentes que se sintieron menos solos. Lo cierto es que nos tocó vivir una época única. Es un hecho histórico y nos hizo más fuerte. Como se dice en el barrio “lo que no te mata, te fortalece” y creo que ahora somos más maduros, aprendimos y ojalá que salgamos definitivamente más fortalecidos, mejores personas y más solidarios.

En un plano más personal, algunas veces contaste con mucha sinceridad cómo te fue en el amor. ¿Crees que esa transparencia, aún en aspectos muy personales, hizo que pases el éter y que llegues a la audiencia?

Creo que la honestidad y la sinceridad intelectual siempre te acercan a la gente. Y contar que no me fue bien en el amor…aunque no se si hoy diría que no me fue bien. Yo amé y fui amada. No concreté ese sueño juvenil que marcó a una generación que esperaba que el amor durara toda la vida, que apostaba al matrimonio y la familia: Tal vez, estos son tiempos de otros tipos de amores, más cortos, amores que no duran toda la vida. Estuve enamorada un par de veces en mi vida y fui muy querida. Cuando las relaciones terminan se sufre, pero contar que a uno no le va bien en todos los aspectos de la vida es reconocer que somos humanos y eso genera afinidad, te acerca a la gente, porque a cualquiera le puede pasar. Sinceramente, no se me ocurriría ser de otra manera. En otra oportunidad, conté en una entrevista gráfica que me hubiera gustado trabajar en tele. Tuve alguna incursión cortita muy linda pero no se me dio la televisión en términos generales. Me hubiera gustado pero no tuve oportunidades y lo conté en esa nota. Una vez publicada, una colega me llamó para felicitarme porque no muchas personas son capaces de reconocer que no les fue bien en algo que les interesaba. Otros dibujarían la cosa diciendo “nunca me interesó la televisión” y me di cuenta que, quizás, estamos acostumbrados a tener posturas poco sinceras. Yo creo que la verdad “garpa”, como decimos en el barrio. Igual, yo soy así, no es una manera de especular.


María Isabel al volante

Del 1 al 10, ¿cómo te calificas para estacionar?

Para estacionar, me califico con un 9,50. Podría decir 10 pero no quiero ser soberbia, pero estaciono muy bien. De hecho, es una de las cosas que hago mejor arriba del auto. No se si será porque siempre tuve auto, porque manejo desde los 19 años y me tuve que acostumbrar a estacionar en la calle porque no tenía plata para pagar estacionamiento. Tuve que desarrollar esa habilidad para estacionar incluso en los lugares más pequeños, pero te puedo asegurar que tengo una técnica casi matemática para estacionar y en dos maniobras dejo el auto perfecto, en un lugar chico.

¿El tránsito de la ciudad te estresa o lo resistís?

Un poco me estresa manejar en la ciudad. Prefiero manejar en la ruta pero desde que descubrí el auto automático no me estreso tanto. Creo que empecé a procesar de otra manera los embotellamientos y trato de aprovechar las cosas que se pueden hacer dentro del auto. No son muchas pero se puede escuchar música, radio y relajarme…porque total no tengo que hacer cambios, así que me puedo concentrar en otras que me gustan. Hoy me tomo con mucha más tranquilidad el estrés del tránsito.

¿Te animas a la ruta?

Manejo en ruta de día. De noche, manejar en ruta me da un poco de inseguridad. Antes, cuando era más joven me gustaba ir más rápido pero con los años, la madurez y alguna multa…ahora respeto a rajatabla las velocidades máximas. Me gusta la ruta pero no los fines de semana largos. Al margen de eso, lo disfruto y he manejado en el exterior, cuando viajo con amigas y alquilamos autos. En esas rutas que suelen ser mejores que las de Argentinas, he llegado a manejar 5.000 KM, recorriendo paisajes maravillosos. Me gusta mucho más manejar en la ruta que en la ciudad.

¿Cómo está tu auto por dentro, impecable o revuelto?

Trato de lavarlo todas las semanas. El baúl está lleno de libros, bolsos y raquetas de tenis. A veces, también hay libros en el asiento de atrás. Aunque siempre está limpio y perfumado, puede haber polvo de ladrillo en las alfombras porque voy a jugar todos los días. Lo cuido, pero siempre un poco se ensucia. Eso sí, nunca hay cosas tiradas, ni revueltas. Me gusta que esté limpio y que huela rico.

¿Qué preferís: auto compacto o camioneta espaciosa?

He pasado por todos los tamaños en diferentes períodos. Mi primer auto fue un Fiat 600 pero por cuestiones económicas. Después, pude cambiarlo y preferí los autos grandes. Fue un período en el que “cuanto más grande el auto, mejor”, así que llegué a las camionetas y me encantaron. Pero, para manejarse solo en Buenos Aires, las camionetas no tienen sentido. ¡Termina siendo más una complicación, aunque me encanten! En estos años, opté por los más compactos y ahora tengo un auto compacto. Me encantan las coupes y los autos deportivos. Ahora, estoy en ese período de mi vida.

¿En el auto escuchás radio o ponés música?

Escucho música cuando trato de relajarme. Casi todo el tiempo escucho música y pero pasé por épocas en las que necesitaba que me hablaran, que me contaran cosas interesantes, entonces escuchaba radio AM. En los últimos tiempos, pandemia mediante más problemas económicos y políticos, elegí relajarme con música. Escucho aquellas radios que menos hablan y mejor música pasan. Mis preferidas son las radios que pasan música de los años ’80 y ’90. ¡Es todo un mundo la vida adentro del auto!

María Isabel Sánchez es socia del ACA desde 1996.